sábado, 4 de noviembre de 2017

Manual de la correcta violación


Laura está maquillándose frente al espejo. Está muy nerviosa, esta noche tiene una cita con un hombre por primera vez desde que rompió con Tom, su novio de toda la vida. Literalmente de toda la vida, lo conoce desde los 13 años. Se dice pronto… Por eso ha decidido tomarse una copita de vino antes de salir de casa, necesita relajarse. Tiene miedo de no saber hacer que la conversación fluya de forma natural, de no resultar interesante, de que se le quiebre la voz… ¿Será muy exagerado el maquillaje? ¿Mucho escote? ¿Pelo recogido o suelto? Mejor será apurar esa copa de un trago para dejar de pensar tanto. 

A la mañana siguiente Laura se despierta en su cama con un fuerte dolor de cabeza. Tiene un mensaje de Andrew en su móvil, el hombre con el que quedó anoche: “Ha sido una noche maravillosa”. Entonces, ¿por qué ella se siente como si hubiese sido la peor de su vida?

Andrew es un hombre gracioso y amable, de sonrisa tierna y condenadamente atractivo. Es médico, un cirujano brillante, respetado y admirado por sus colegas de profesión, algo envidiado porque todas las trabajadoras del hospital suspiran por él en cuanto se da la espalda. Es un padre soltero desde que enviudó hace años, se preocupa por estar siempre que su hijo adolescente le necesita y no perderse una sola reunión o tutoría del colegio a pesar de las largas operaciones y los turnos de noche en urgencias. Mala suerte, a Laura la ha violado el perfecto caballero, el soltero de oro, un profesional de éxito y ciudadano ejemplar, un prócer de la sociedad.

Sí, lo que comenzó como una cena romántica terminó en una violación. Pero claro, ¿cómo puede ser que te hayan violado si te has maquillado y vestido para agradar y atraer sexualmente a tu agresor, si le has sonreído y te has reído a carcajadas de sus chistes, si incluso le has contado algunas intimidades mientras saboreabais ricos platos a la luz de las velas, si estabas a gusto en su compañía y lo invitaste a tomarse la última en tu casa después de cenar, si no tienes moratones, si no gritaste ni intentaste huir, si fue en tu cama sobre tus sábanas recién cambiadas, si usó tu baño después?

Laura recuerda haber dicho claramente que no, pero bebió demasiado como para poder asegurarlo. Sabe que él la ha violado, su cuerpo lo sabe. Pero la agresión sexual que ha sufrido se rige por el manual de la perfecta violación imperfecta. Sólo tiene su palabra contra él, es casi imposible demostrarlo, pero decide denunciar porque es lo que debe hacer, y es ahí donde comienza su infierno.

Afortunadamente Laura no existe, es un personaje, y la violación que supuestamente ha sufrido es sólo el eje argumental de la serie británica “Liar” que HBO ha incluido recientemente en su catálogo. Desgraciadamente, existen miles de mujeres con el mismo problema que Laura en la vida real. 


 
Escenas del interrogatorio al que es sometida la protagonista de Liar tras denunciar que ha sufrido una violación


Este thriller trepidante muestra a la perfección el cuestionamiento constante al que se ve sometida una víctima de violación una vez decide contar que ha sido violada. Es el único tipo de crimen en la que la principal sospechosa es la denunciante en lugar del denunciado, en el que la víctima tiene que superar un tercer grado tanto o más duro que el presunto agresor, sobre todo si no encaja en el concepto socialmente arraigado de lo que entendemos como típica víctima de una violación típica. Es decir, una mujer con abrasiones genitales, ropa desgarrada y múltiples signos de violencia física que ha sido asaltada por un desconocido.

El quid de la cuestión es que la idea que tenemos de una violación habitual es la menos habitual de todas. Según la Federación de Asociaciones de Asistencia a Víctimas de Violencia Sexual y de Género sólo un 15% aproximadamente de las violaciones que se denuncian se producen por asalto. El perfil de agresor más habitual es un conocido de la víctima, normalmente de su círculo más cercano, sobre todo familiares directos, y, además, el 56% de las agresiones y abusos se producen de forma reiterada. Es este falso imaginario social el que sostiene la cultura de la violación y provoca que se criminalice a las (pocas) mujeres que se atreven a denunciar por no cumplir los estándares que se esperan de una víctima de violencia sexual. Seguramente sea ese el principal motivo por el que solamente llegan a denunciarse una de cada seis violaciones. La víctima desiste de denunciar porque cree que no la han forzado lo suficiente, que no le han pegado o humillado lo necesario, que no se ha resistido lo que debería. En definitiva, que no la han violado como es debido. 

Lo interesante de “Liar” es que pone sobre la mesa la culpabilización de las víctimas de violación y la sistemática puesta en duda de su credibilidad no sólo por parte de la sociedad, sino de las propias instituciones y las autoridades, del protocolo forense y policial en sí mismo que se sigue para abordar este tipo de delito. En gran parte de los casos no se hace otra cosa que revictimizar a las denunciantes, con reconocimientos médicos y exploraciones que ahondan en el trauma psicológico, múltiples interrogatorios demasiado extensos y repetitivos y en general una práctica de diligencias que lo último que tienen en cuenta es su dignidad e integridad. Acordaos de aquella jueza del Juzgado de Violencia de Género número 1 de Vitoria que le preguntó literalmente a una mujer que denunció repetidas violaciones por parte su agresor: “¿Cerró usted bien las piernas? ¿Cerró toda la parte de los órganos femeninos?”.  La realidad supera en este caso con mucho a la ficción.

Por favor, queridos agentes del orden, fiscales y jueces, editen de una vez el manual de la buena víctima para que sepamos de una vez por todas en qué ángulo tenemos que colocar las piernas y con cuánta fuerza tenemos que apretar el coño para conseguir que los violadores sean condenados. Ya procuramos no hablar con desconocidos ni salir solas de noche, pero a pesar de ello una mujer sigue siendo violada cada ocho horas en España. Quizá sea porque el Código Penal tipifica y persigue agresiones sexuales que se parecen más a unicornios rosas que a las violaciones que realmente sufrimos las mujeres.

6 comentarios:

  1. ... bebió demasiado como para poder asegurarlo...

    Cuando se bebe demasiado, pasan cosas. Ninguna buena. A hombres y mujeres. Te roban, te pegan... Una violación sin más daño físico casi es hasta preferible a una paliza en el metro.
    Haga una encuesta a ver qué opinan las lectoras

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    1. Prefiero mil veces una paliza a una violación. Esto es algo que he hablado con amigas y coincidimos todas.
      En cuando a lo de beber, no tiene porqué pasarte nada malo si un día te pasas con la bebida.

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  2. Pero si LOS DOS bebieron ¿Quien violo a quien?

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    1. Si los dos bebieron pero ella dijo no y él siguió, no puede estar más claro quién violó a quién.

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  3. Por un lado se celebra la ya lograda liberación sexual de la mujer en igualdad con el hombre: ya pueden comportarse de la misma forma deprorable. Tinder y demás aplicaciones para encontrar parejas sexuales (¿?) lo usan por igual. Por otro esperamos, que seres humanos, animales domesticados, por tanto con instintos y muy primarios, los repriman.
    Exigimos responsabilidad poniendo al alcance de cualquiera y de su mano la forma de corromperse.
    En lugar de transmitir mensajes, no ya tradicionales casposos de moral religiosa de castidad y pureza; pero desde luego no aplaudir conductas, hoy tildadas de modernas, actuales... que no hacen más que fomentar la irresponsabilidad, la banalización del sexo, la relatividad de la afectividad... que son los que en gran medida provocan ese comportamiento reprobable en los hombres, convirtiéndolo en un mero órgano sexual al alcance de un "megusta" en el móvil.
    Por otro lado la mujer se cree liberada de unas cadenas que hace ya décadas, (habrá quien crea que no... pero méh) dejaron de estar atadas, que esos comportamientos son deseables, habituales, modernísimos y oye, lo que toca a los tiempos que corren, "soy una mujer del siglo XXI"...
    Y luego queremos que venga el Estado a arreglar el desaguisado que "influencer", mass-media, cine, tv, "músicos" y demás aparato propagandístico ha conseguido.

    Responsabilidad, cabeza y apechugar las consecuencias de vuestros actos (no de los de los demás)

    Pd: para los cortos de miras, no eximo de culpa al hijo de puta violador, con o sin fuerza. Critico y defeco en lo que, pienso, que es culpable, cómplice y provocador en gran medida de ese repunte de abuso y acoso sexuales.
    Pdd: ejemplo práctico: en una autovía puedes ir a 150 km/h con seguridad, relativa. Tienes el control del vehículo, te daría tiempo a reaccionar, puedes volver a ponerlo a 120 en pocos segundos. Pero el Estado (a través de campañas en medios de propaganda: tv, radio...) te conmina a que NO vayas a más de 120 km/h so pena de multa. Pues bien, la inmensa mayoría no sobrepasa el límite; unos pocos lo superan hasta 140-150 y los descerebrados, que siempre los hubo, hay y habrá, van a 160 en adelante poniendo en grave peligro a los demás. Éstos últimos son los "Andrew's" de tu post. Y contra estos, mano dura.

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  4. **convirtiendo a la MUJER en un mero órgano sexual al alcance de un "megusta" en el móvil.

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