martes, 28 de noviembre de 2017

El patrón patriarcal

"Las mujeres nacen con ese agujerito entre las piernas, donde todo hombre en el planeta quiere clavar algo. Ellas son más débiles que ellos, así que usan estrategias, usan la mente y el sexo y aprenden instintivamente a humillar". Intentad adivinar de dónde he sacado esta cita literal. Es un reto complicado, pues la triste experiencia nos dice que es plausible que pudiera haberla extraído de las conclusiones de un artículo publicado en una revista científica, de una columna dominguera de El País Semanal, de una tertulia de la televisión pública, del monólogo de un humorista, de un tuit viral o de una conversación en la barra de un bar. Sería verosímil cualquiera de las opciones planteadas, pero no es ninguna de ellas. Son las palabras pronunciadas por Ed Kemper, uno de los asesinos en serie que retrata la serie de David Fincher para Netflix "Mindhunter", que mató y descuartizó a una decena de mujeres, incluída su madre, a la que decapitó para después penetrarla por la boca y correrse en su garganta. Es escalofriante pensar que los razonamientos sobre las mujeres esgrimidos por un psicópata capaz de alcanzar el nivel más extremo de violencia y brutalidad sexual no difieren de los de cualquier hombre corriente emitidos en cualquier contexto cotidiano, ¿no?   

La premisa argumental de "Mindhunter" radica precisamente en sacar al exterior la lógica interna de los criminales más sanguinarios y peligrosos. Inspirada en el libro homónimo "Mindhunter: Inside FBI's Elite Serial Crime Unit", cuyo autor es un ex agente del FBI relata los primeros intentos de la agencia federal a finales de los años 70 de aplicar la investigación psicológica y conductual para identificar y clasificar los perfiles y patrones de comportamiento de los asesinos, con el objetivo tanto de ayudar en las pesquisas policiales de casos sin resolver como de adquirir conocimientos que permitiesen prevenir futuros crímenes. No hay rastro de morbo o sadismo en el guión de "Mindhunter", que huye de recrear escenas de crimen espectaculares y sangrientas y de la estetización de la violencia como recurso narrativo, de exhibir cuerpos mutilados y desnudos de mujeres; algo sin embargo tan recurrente en otros thrillers televisivos recientes muy aclamados por la crítica, como "True Detective" o "Hannibal". No interesa el sensacionalismo, la casquería, ni siquiera el suspense es lo primordial.  Rompe los moldes habituales del género policial sobre asesinos en serie centrándose en lo discursivo, en el análisis de las causas de la violencia extrema, que presenta como el problema social que es y no como el típico duelo descontextualizado entre el detective gato y el ratón criminal.

El joven e impaciente agente Holden Ford y el experimentado y lacónico agente Bill Tench deben recorrer juntos los módulos de máxima seguridad de las cárceles de EE.UU, para entrevistar a los asesinos más atroces, tanto en cantidad como en calidad. Así escrito el lector se imaginará un catálogo de impactantes monstruos, discursos trufados de aspiraciones megalómanas, referencias bíblicas y filosóficas, delirios paranoides y todo tipo de trastornos psicológicos. Sin embargo, el impacto se produce por el camino contrario: al descubrir que estamos ante tipos que son como otro cualquiera, de aspecto típico y razonamientos tópicos, hombres comunes cuyo pensamiento se basa en lugares comunes, sobre todo en lo que respecta a sus aspiraciones sociales y a sus relaciones con las mujeres y su opinión sobre las mismas.


El equipo de investigadores de "Mindhunter" está formado por dos agentes de FBI y la profesora universitaria Wendy Carr

"Ya sabe como son las mujeres, ¿no?", "No puedes vivir sin ellas...", "Tienes que hacerlo con coñitos jóvenes antes de que se conviertan en mamás", "Un campus universitario es como una tienda enorme de gominolas", "La mujeres siempre quieren saber, ¿verdad?", "A las mujeres les gusta la atención de los hombres", "Todas las mujeres quieren ser modelos", "Ya no podemos llamarlas damas...". ¿A cuántos hombres que conocéis les habéis escuchado decir cosas similares sino exactamente las mismas que estas? ¿Cuántas veces al día? ¿En cuántos contextos sociales distintos? Desde los "chascarrillos" de un grupo de whatsapp de adolescentes, sin necesidad de que estén organizando una violación en grupo, ni mucho menos; a un anciano quejándose de la mujer con la que lleva toda la vida casado. "Mindhunter" hace algo que parece obvio pero que hoy en día, en una sociedad en la que sigue primando el cuestionamiento del comportamiento de las víctimas y cuya idea de prevención se basa en el miedo y la inhibición de la población para que eviten exponerse a riesgos innecesarios, sigue resultando radical: poner el foco en la forma de pensar de los agresores, sus motivaciones, marcos mentales y escalas de valores. Parándonos un rato a escucharles la evidencia es aterradora: la lógica que utilizan no es una desviación de la lógica social en la que viven, sino una aplicación literal y extrema de la misma.

La culpa es de mamá

Todos los individuos entrevistados rehúsan admitir que la iniciativa criminal partió de ellos, todos sin excepción plantean los brutales asesinatos, torturas y violaciones cometidas contra una cantidad significativa de mujeres como una reacción a las provocaciones de ellas. En su imaginario, ellos son siempre las auténticas víctimas. La mayoría sitúan el origen de su agresividad y perversiones sexuales en la edad adulta en el trato recibido en la infancia por parte de sus madres. En su relato ellos son niños heridos e inocentes, y su madre es la auténtica villana sin escrúpulos. Así que no es sorprendente que llamemos "hijos de puta" a esta clase de criminales. 

"Mi madre me condicionó", sentenciaba Ed Kemper, "una madre jamás debería menospreciar a su hijo". Como su madre era muy autoritaria a su parecer, se escapó para vivir con su padre después de que se divorciasen, pero su padre no lo quiso en su casa. Notad que su padre lo rechazó, pero no señala el abandono por parte de su padre como un trauma. Se fija únicamente en la supuesta conducta exigente y "matriarcal" (lo dice exactamente con ese término) de su madre. Otro de los sujetos de la muestra, Monte Risell, que antes de cumplir la mayoría de edad había violado a diez mujeres y asesinado a cinco de ellas, también se apunta al mito de la madre castradora. "Si me hubieran dejado quedarme con mi padre, todo hubiera sido diferente". En su caso sus padres también se divorciaron a una edad temprana y él y sus hermanos se fueron a vivir otro Estado con su madre y su nuevo marido, sin que su padre biológico intentase nunca mantener el contacto con ellos. Se repite el mismo binomio: idealización del padre ausente, al que no se le reprocha el no haber mostrado interés por su prole una vez disuelto el matrimonio y odio profundo hacia la madre, a la que se le achaca ser demasiado exigente y dura con ellos.

La madre de Ed Kemper era una mujer independiente que jamás se volvió a casar y que trabajaba como administrativa en una universidad, cuya "posición acerca de los hombres era demasiado sincera y agresiva", según las propias palabras de él. La madre de Risell no dudó en denunciarle tras cometer varios robos y dos violaciones con 14 años, aunque eso supuso que lo internasen en una "institución juvenil". Los graves delitos cometidos por ellas: ser mujeres fuertes que ejercen su autoridad y que no muestran una actitud abnegada ante sus hijos. Es la ruptura de la supuesta incondicionalidad del amor materno la que ellos no pueden soportar. Que sus madres sean sujetos con criterio propio y capaces de tomar decisiones objetivas, en lugar de siervas sumisas.   

"Mi madre siempre quiso que yo fuera una niña, porque ya tenía a mi hermano mayor. Mi existencia era una decepción para ella", explica Jerome Brudos, un asesino fetichista que mutilaba los pechos y los pies de las mujeres que asesinaba y que coleccionaba cientos de zapatos de tacón. "Que trillado que siempre sea la madre", reponde Debbie, la novia del agente Ford, cuando él le cuenta su encuentro con el asesino. Pues sí, esa excusa freudiana de la madre dominante ya estaba trillada cuando Hitchcock estrenó "Psicosis" en 1960.

¿Derechos o privilegios?

Los hombres crecen en la sociedad patriarcal creyendo que les corresponde un lugar preeminente en la jerarquía social por el mero hecho de ser hombres. Deben alcanzar el éxito profesional, erigirse en cabezas de familia y líderes comunitarios, ser respetados y causar admiración allá por donde van. Como premio por ese esfuerzo competitivo, tendrán acceso más o menos ilimitado a los cuidados y atención femeninas, incluidos, cómo no, los sexuales. Realmente están convencidos de que esto forma parte de su carta de derechos civiles y humanos, porque así se lo ha transmitido la cultura en la que han sido correctamente socializados. Pero una cosa es la teoría, y otra la práctica. Todos los asesinos analizados tienen el mismo problema: no han sabido procesar el baño de realidad. La posibilidad de ser ignorados por las mujeres, de ser rechazados, de no conseguir un empleo de prestigio o ningún empleo en absoluto, que su novia los haya dejado o el simple hecho de que les digan un claro e inequívoco "NO", hace tambalearse la idea que tienen de su rol masculino y por lo tanto pone en entredicho su valía. Lo que no son más que experiencias normales que deberían asumir por entrar dentro del espectro de la libertad de decisión ajena, entre otras circunstancias incontrolables, lo toman como una afrenta directa que les genera una frustración insoportable. Lo consideran de verdad una injusticia que deben reparar. Por eso para ellos sus crímenes son un acto de reposición tanto de la justicia como del orden natural de la cosas, y cómo no, una forma de recuperar su masculinidad amenazada y el control/poder sobre las mujeres que les corresponde ejercer.

"Al principio, las mujeres me ignoraban. No les interesaba. En toda mi vida nadie quería interactuar conmigo, ni siquiera los gatos cuando era niño. La única forma en que podía tener a esas chicas era matarlas, y funcionó. Se convirtieron en mis esposas en espíritu, todavía están conmigo". Otra vez Ed Kemper no se corta en manifestar que como la sociedad no le proveyó de la cuota de mujeres que le pertenecía por derecho, se la procuró él mismo. Estuvo encerrado también en un reformatorio durante su adolescencia: mientras las mujeres vivían libremente su revolución sexual él no era más que un recluso virginal. En su plantemiento lógico, no le quedó más remedio que tomarse la justicia (venganza) por su mano. 

Otro de los sujetos entrevistados, Richard Speck, el más violento y malhablado en su forma de expresarse, es un claro ejemplo del extremo al que puede llevarles la necesidad de proyectar fortaleza y virilidad sin descanso. Era alcohólico y estaba en paro, tras el enésimo rechazo laboral entró a robar en un apartamento en el que vivían ocho enfermeras. Violó a una y las mató a todas. "Pude haberlas violado a todas", se siente en la obligación de remarcar. Tras la matanza intentó suicidarse, pero lo niega. Entra en cólera cuando le preguntan por si se sintió mal tras cometer semejante atrocidad. "Esas putas murieron porque no era su noche". El asesinato es su forma de autoconvencerse de que es un tipo duro, un macho capaz de lo que sea, a pesar de sentirse impotente e incapaz socialmente.

Ellas se lo buscaron

Un momento especialmente revelador es en el que el violador Monte Risell admite que la razón por la que mató a la primera chica después de violarla fue porque respondió con placer a su agresión sexual. "Quería violarla pero no paraba de decir Sí, sigue cariño, estoy muy caliente. Podría haber acabado de otra forma si ella no fuera una maldita puta". Al igual que odian a sus madres porque no pueden soportar a las mujeres en una posición de autoridad, odian a las mujeres que muestran deseo propio, que no cumplen el papel de virgen sacrificada o presa de caza que ellos les han reservado en su escena teatral del crimen. El mero hecho de que actúen como sujetos libres, que vivan sin estar pendientes de ellos, que hablen demasiado o que hagan preguntas incómodas... les ofende y les agrede, y por lo tanto ellas son en realidad las agresoras y ellos siempre están actuando en defensa propia. 

Brudos, el asesino fetichista, raptaba a las mujeres con la excusa de hacerles un reportaje fotográfico para que tuviesen material para presentar en agencias de modelos. "Se lo merecían por querer que las mirasen", suelta ni corto ni perezoso. Sorprende lo habituales que resultan este tipo de argumentos. Hemos podido comprobarlo estas semanas gracias al juicio de la violación grupal en Sanfermines, y no los hemos oído de depravados asesinos psicópatas: esa misoginia que culpabiliza a las mujeres de las reacciones violentas (sexuales o no) de los hombres está a la orden del día entre nuestros compañeros de trabajo, en las comidas familiares, en los programas de televisión. 

Cuestión de orden

Se suele decir que los psicópatas no sienten emociones, pero sí las sienten. El problema es que están convencidos de que los demás no pueden sentirlas, es decir, no consideran seres humanos al resto de las personas, sino que interactúan con ellos como si fuesen objetos e instrumentos que utilizar para la satisfacción de sus objetivos. Es decir, su ausencia de empatía radica en la cosificación del otro. ¿Os suena? Resulta que un comportamiento psicopático no está tan alejado del trato diario dispensado por los hombres a las mujeres dentro del patriarcado. Todos los asesinos entrevistados tratan de dignificar lo que hacen, de presentarlo como una vocación o incluso una virtud o habilidad que los hace excepcionales y les aleja de la vulgaridad, pero no es más que simple misoginia, la continuación al pie de la letra de la lógica machista y simplona de un hombre ordinario

Nuestra forma de organización social se basa en la dominación masculina y esta necesita una base ideológica que la legitime, por eso el papel cumplido por el sistema mediático y la industria cultural es clave en la construcción de la imagen hipersexualizada y cosificada de las mujeres. El cine, la publicidad, la pornografía... nos presentan como objetos al servicio de la satisfacción y la contemplación masculina. Que Ed Kemper coleccionase cabezas femeninas como trofeos o que Jerome Brudos jugase con las mujeres como si fuesen muñecas y las matase por detrás para no tener que admitir que eran personas a las que estaba torturando no es más que la hipérbole de esa cosificación de la mujer propugnada socialmente, que nos presenta como complementos y meros indicadores del éxito masculino. Suena chocante, pero llamamos depravados, aberrantes e inmorales a hombres que aplican (demasiado) al pie de la letra la moral imperante en el mundo en el que viven, lo suyo no es más que una interpretación exacta de la ideología patriarcal, y eso es lo que de verdad debería asustarnos. 

Al principio de la serie el agente del FBI Holden Ford se pregunta que si la mutación de los crímenes hacia una mayor brutalidad e irracionalidad es una "respuesta al caos". A medida que avanza su investigación nos vamos dando cuenta de que es al revés, es una respuesta al orden de las cosas. Los asesinatos de mujeres y la violencia contra elllas en general tienen su raíz en el patriarcado, son fruto directo del machismo sembrado. 

Esta misma mañana uno de los abogados de los cinco "chavales" que muy presuntamente  violaron a una chica de 18 años entre cinco en Pamplona durante San Fermín, los definía así: "No son modelo de nada, incluso pueden ser verdaderos imbéciles, con comportamientos patanes y primarios, pero también son buenos hijos, algunos tienen trabajo y están unidos a sus familias y amigos". Sin quererlo, ha dado en el clavo: la banalidad y cotidianeidad de esa misoginia que desencadena la crueldad contra las mujeres. Los asesinos y violadores no tienen que ser taimados estrategas o  "freaks" extraordinarios, son como cualquier otro hombre correctamente socializado. Lo ha dicho él, no nosotras, son los hijos sanos del patriarcado. Y eso es lo que nos sitúa a nosotras en una situación tan vulnerable y lo que convierte el machismo en un problema social de suma gravedad: que nos puede matar y violar cualquiera.

Perspectiva de género

La gran virtud de "Mindhunter" es su exploración de las posibilidades narrativas de aplicar la perspectiva de género al manido mundo ficcional del thriller policial, tal como ya hemos visto aflorar en otros destacables ejemplos, como la serie norirlandesa "The Fall", protagonizada por Gillian Anderson, o la británica "Liar". Parece mentira, pero resulta honesto presentar a hombres en pantalla hablando de forma directa del odio que sienten hacia las mujeres, exponer sus argumentos sin más, sin disfrazarlos de toda la mitología que rodea a las historias sobre asesinos en serie. De hecho, "Mindhunter" es una completa disección de los comportamientos masculinos y las motivaciones tras ellos, no sólo de los criminales incluidos en el estudio, también del resto de hombres que pasan por la historia, principalmente su protagonista, el agente Holden Ford. Su evolución a lo largo de la serie es uno de sus mayores logros, y evidencia a la perfección cómo tras un hombre que es todo ingenuidad, dulzura, amabilidad y curiosidad por aprender se puede encontrar el mismo machismo sin complejos que en un psicópata asesino.



¿Estás seguro de eso, querido Holden?


Por todo lo expuesto se podría deducir que "Mindhunter" es un campo de nabos en el que las mujeres sólo aparecen en las conversaciones entre hombres, sin embargo, la historia no sería la misma sin sus dos personajes femeninos principales, la novia del agente Holden Ford, Deborah Mitford, y la profesora Wendy Carr, que se une a la unidad de investigación del FBI sobre los perfiles criminales. Para empezar, son las dos personas más inteligentes de todas las que aparecen a lo largo de la serie, y con diferencia. Debbie es estudiante de sociología, y es de sus conversaciones con ella de las que Ford extrae las claves para sonsacar información de los delincuentes entrevistados, sobre cómo aplicar una aproximación emocional, cómo generar confianza y estimular que cuenten sin filtros su vida a perfectos desconocidos. Ella le sugiere que realice preguntas personales, que no pregunte directamente lo que quiere saber, que escuche atentamente y cuide su lenguaje corporal. Ella le ayuda a entender que no se trata sólo de la forma en que estos hombres ven el sexo, sino de cómo ven a las mujeres. 

Si de su novia extrae la forma de entrevistar, la doctora en psicología Wendy Carr le regala la formalización de un cuestionario tipo y la sistematización de los datos recogidos en clasificaciones y taxonomías, la idea de grabar las conversaciones y transcribirlas, e incluso es ella la que consigue financiación para su estudio y la que propone la publicación posterior de sus resultados. Es ella la que hace entender a sus compañeros que no se encuentran ante una cuestión de placer sexual, sino de poder y dominación. En definitiva, son las mujeres las que representan aquí el método científico, en contraste con la improvisación y la actitud impulsiva de los agentes masculinos.

Son estos dos excepcionales personajes femeninos los que sacan a los masculinos de su zona de confort y les ayudan a expandir sus horizontes mentales, los que plantean nuevas preguntas e incógnitas. Sin ellas, ni el estudio en cuestión ni la trama narrativa avanzaría del mismo modo. Holden, que se esfuerza en expresar que no se siente intimidado por vivir y trabajar con mujeres más inteligentes que él, y que incluso las adula y parece admirarlas, actúa como un simple vampiro con ellas, instrumentalizando sus aportaciones para conseguir sus metas pero demostrando durante el curso de la investigación que sus opiniones no le interesan cuando contradicen las suyas y que no está dispuesto a tolerar las críticas. En una escena catártica que rompe definitivamente la visión inofensiva y encantadora que el espectador podía tener de él, este ratifica el narcisismo y misoginia, que hasta ahora sólo se intuía, en una discusión con Debbie:

"- No siempre quiero tu opinión. ¿No puedes ser simplemente mi novia?
- ¿Quieres decir que me limite a callarme y adorarte?
- Al menos podrías intentarlo por una vez... "  

Holden es tan megalómano y misógino como los asesinos a los que estudia con auténtica fascinación, pero ellos simplemente se han despojado de su máscara social, se han liberado ya de su necesidad de encajar. "Mindhunter" vuelve a ahondar así en su desasosegante premisa, que no por obvia es menos cierta y molesta: que detrás de cualquier hombre puede haber un depredador que desea degradar a las mujeres, porque les han educado para ello. Y es que el patrón común a todos es lo bien que han interiorizado las enseñanzas del patriarcado.


9 comentarios:

  1. ¡Que interesante lo que planteas!

    Estoy, con algunos matices, bastante de acuerdo con lo que expones. De hecho, tengo un debate recurrente con un grupo de amig@s que es bastante similar.

    Ell@s, tod@s blanc@s, afirman que no son racistas pero tienen actitudes que desde mi punto de vista (soy inmigrante y no de los de tez clara)sí que se podrían clasificar como micro-racistas.

    Según mi criterio si los tíos occidentales son machistas pq han interiorizado las enseñanzas del patriarcado, tanto hombres como mujeres occidentales blancos (sean del signo político que sean) son racistas. ¿Qué opinas?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sin duda, el racismo es uno de los pilares ideológicos sobre los que se sustenta nuestro modelo económico imperialista, por lo tanto, sí, todas las personas correctamente socializadas en las economías centrales del capitalismo tenemos el racismo interiorizado.

      Eliminar
    2. Cuando dices si los tios occidentales son machistas...acaso los no occidentales no lo son? Estando de acuerdo con tu argumento, el machismo impregna nuestra totalidad, en nuestras familias, como nos relacionamos, nos hablamos, el respeto, la autoridad, las tareas domésticas, cuando andamos por la calle, cuando trabajamos,estudiamos. la cultura, cine, todo. El paralelismo me parece acertado, pero no puedes excluir a los no occidentales de reproducir el patriarcado. Podemos anaalizar en que paises hay mas machismo y menos derechos tienen las mujeres y no serán precisamente los occidentales.

      Eliminar
  2. Me ha parecido un artículo de lo más interesante, y, aunque algunas premisas en relación al patriarcado puedan ser incómodas, creo que son ciertas.

    Lo que sí es extrañamente incómodo es la aplicación del mismo esquema que describes en Ed Kemper (las mujeres son chochitos que manipulan) a la lógica de actuación del hombre en el patriarcado. Sinceramente, parecen descritos más como cosas que como personas capaces de desarrollar sentimientos.

    Te he leído en Twitter y creo que a eso responderías que es el patriarcado el elemento que psicopatiza al hombre heterosexual. Eso se basa en la premisa que como tal, el patriarcado solo puede ser psicopático y, francamente, no sé hasta qué punto "necesita" serlo de manera monolítica.

    Los hombres hacemos objetos a las mujeres y la dominación es un elemento clave en las relaciones a todo nivel entre ambos géneros. Pero de la lectura de tu artículo extraigo que el psicópata es el machista desnudo, y lo que se sabe de sociopatía y psicopatía (niños duros y poco emocionales, "callous-unemotional") da a entender que también hay elementos individuales muy importantes. Hay poco espacio para lo difuso y multifactorial.

    ¿Hasta qué punto el asesino psicopático dejaría de matar en una sociedad no-patriarcal? Creo que es fácil defender que no mataría igual, pero que es más riesgoso aventurarse a más.

    A estas alturas debería exponer de dónde viene esa incomodidad de la que te hablaba. Temo que la victimización tenga siempre tendencia a ir en dos sentidos, y que la fijación sobre el victimario sea un extremo del tablero que psicológicamente no nos interesa a veces contemplar. Ver el patriarcado como una gradación simple de machismo más o menos psicopático pero siempre basado en el mismo esquema mental deja poco espacio para identidades mixtas, alternativas o sencillamente más humanas que el determinismo sociológico puede contemplar.

    No quiero ser un verdugo en la misma medida en que no deseo ser descrito, en mi esencia, como tal. Es casi un derecho.

    ResponderEliminar
  3. Nadie niega la parte biológica y todo lo que se sabe por la psiquiatría y la neurología. Los psicópatas seguirían existiendo, también los asesinos, que no tienen porqué sufrir ningún tipo de trastorno psicológico ni ser psicópatas, pero habría mucho menos violencia contra la mujer, no sería un fenómeno estructural si viviésemos en una sociedad igualitaria. Nadie equipara hombres a psicópatas, sólo señalo que la deshumanización de las personas que un psicópata aplica por su patología o forma de ser es la misma que nuestra sociedad aplica a las mujeres por medio de la ideología patriarcal, y que en el concepto de masculinidad dentro del patriarcado implica la dominación sexual de las mujeres y, por tanto, genera agresión y violencia contra ellas.

    ResponderEliminar
  4. Hola Carmen,
    No suelo comentar en los artículos, pero el tuyo me ha llamado mucho la atención. Has escrito un texto muy acertado y la frase de "llamamos depravados, aberrantes e inmorales a hombres que aplican (demasiado) al pie de la letra la moral imperante en el mundo en el que viven" da en una clave importante. Sin embargo, la conclusión de que "detrás de cualquier hombre puede haber un depredador que desea degradar a las mujeres, porque les han educado para ello. Y es que el patrón común a todos es lo bien que han interiorizado las enseñanzas del patriarcado." me parece una generalización que puede hacer mucho daño. Tal vez no lo he entendido bien, pero no creo que cualquiera pueda ser un depredador. Entiendo y comparto la premisa de encontrarnos ante una sociedad que cosifica a la mujer y que hay muchos patrones que cambiar. Pero me niego a pensar en que no hay hombres buenos (los hay y hasta conozco algunos) y que vayan a ser misóginos solo por el hecho de ser hombres criados en esta sociedad. Eso que dices sería verdad la.ensañanza de los valores sólo se encontrasen en la "sociedad anuncio" y que no existiese el pensamiento crítico.
    Hay mucho trabajo por hacer y tanto los hombres como las mujeres tenemos que ser partes de la solución.

    Gracias por presentar tu punto de vista de manera analítica y no desde el enfado. Te seguiré leyendo.

    ResponderEliminar
  5. Acabas de hacer un notallmen. Claro que hay hombre buenos, ¡faltaría más! Pero diría, y es mi interpretación, que lo que quiere decir, es que detrás del hombre más encantador del mundo puede haber un depredador. Que no siempre un depredador tiene que dar la imagen que nos presentan en la serie.
    Ahí tienes el ejemplo de Holden y Bill. A Holden lo presentan como un tipo encantador y a Bill como alguien más rudo y, por decirlo de alguna manera, bruto. Sin embargo, conforme avanza la serie Holden va adquiriendo un punto muy oscuro, mientras que Bill es lo que se muestra, sin más.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. creo que habría que hacer más énfasis en la sociología como método propuesto por la Dra. Y es que se habla mucho de relaciones de poder (aunque estén insertas en el patriarcado). Las lecturas también son diversas en lo que se refiere a las mujeres madres, novias, etc. de estos asesinos en serie. Es decir, no se revela esas figuras femeninas más que a los ojos del depredador. Me gusta la parte cientificista de la serie, pero no estoy muy convencida de que el producto como medio promueva un enfoque de género.

    ResponderEliminar