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viernes, 27 de septiembre de 2013

Abajo la dictadura del "me gusta"


   
Sí, voy a ser osada. Voy a abrir un blog cuyo título empieza por la temible palabra NO. En negro, sobre fondo blanco y en letras bien grandes. Voy a incumplir el gran mandamiento que contiene al resto de mandamientos de la ley de los social media: SER "POSITIVO".

   Sí, este blog es mi pequeño acto de subversión ante la dictadura de la eterna actitud positiva en las redes sociales. ¿Cuántas veces os han dicho que para tener éxito en Twitter o a la hora de gestionar un blog el secreto está en escribir mensajes positivos y evitar las críticas en la medida de lo posible? Si quieres conseguir y mantener a tus seguidores, más te vale ahorrarte todos los pensamientos que no comulguen con los suyos, pues ello podría acarrearte el temido unfollow (que te dejen de seguir, en inglés "tuiteriano", cuya acumulación de términos está aproximando su riqueza a ilustres idiomas "frikis" como el klingon). O lo que es peor, que te cataloguen como troll (en Twitter, todo el que disiente es calificado automáticamente de troll o hater - odiador-, sobre todo si lo hace de algo publicado por una tuitstar - usuario que es una celebridad dentro y a veces fuera de Twitter, que se caracteriza simplemente por tener muchíiiiiiiiiiiiisimos más followers que tú). Si no coincides con algo que se ha escrito, es porque eres una persona con prejuicios que disfruta odiando y llevando la contraria. A nadie se le ocurre pensar que eso que se está tachando de prejuicios puede ser criterio propio, o lo que se está tomando como un ataque personal puede ser un simple desacuerdo.

   Vamos, que Twitter se ha convertido en una transcripción exacta del mundo laboral en el virtual. Para medrar hay que elogiar, hacer la pelota o lamer culos, hablando en plata. No hay sitio para el debate de ideas, sólo para el alimento de los egos, y cuantos más adjetivos grandilocuentes utilicemos en ello, mejor. No sólo hacia otros tuiteros pringadillos como tú. Hay que apuntar alto: futbolistas y otros deportistas asiduos en Twitter, gente del cine, estrellas de la televisión, periodistas, revistas y todo tipo de publicaciones, etc. Imagínate que como quien no quiere la cosa tu tuit adulador resulta retuiteado a unos cuantos miles de tuiteros, y como resultado de esa inesperada difusión arañas un par de followers más de los que tenías. ¡Quién puede resistirse a tamaño logro social!

   Y qué decir de Facebook, donde las únicas opciones que se te ofrecen ante cualquier actualización de tus amigos es compartirla o darle al botón de "me gusta". Y cuando digo cualquier actualización, es cualquiera. No me digáis que nunca habéis visto algo del tipo: "Acaban de despedirme del trabajo - A 32 personas les gusta esto".

   Claro, puedes dejar un comentario, pero ¿quién se arriesga a llevarle la contraria a personas que muy probablemente se vaya a encontrar en la oficina o tomando una caña? Muy poca gente. Cada vez nos gusta menos discutir, debatir, confrontar puntos de vista. El que saca temas espinosos ante los amigos o los colegas, como la política, saliendo de la corriente predominante del "no me puedo quejar con la que está cayendo" o del "todos los políticos son iguales", es tachado de pesado, radical o aguafiestas. Vamos, un apestado.

   Y ni se te ocurra decirle nunca a nadie (ni conocido real ni virtual) que su grupo favorito no compone tan virtuosamente como cree o que su película preferida está sobrevalorada. Y no porque vayas a perder a un amigo o a un follower, sino porque vas a perder EL TIEMPO. Y MUCHO. Porque ojo, sobre problemas sociopolíticos nadie tiene ganas de discutir, pero sobre música, series o sobre cuál es el mejor futbolista de la historia SÍ, y pondrán toda su energía en ello. Buscarán en Wikipedia, Youtube e incluso se dignarán a entrar en alguna biblioteca o hemeroteca si es necesario para rescatar cualquier dato que apoye sus argumentos. Entonces estarás perdido, enzarzado en un intercambio de pareceres interminable que no acabará hasta que uno de los dos diga las absurdas palabras mágicas: "todo es cuestión de gustos", "para gustos los colores" o "respeto tu opinión, pero no la comparto". Y santas pascuas. Tras dos horas de conversación estéril estaréis como al principio. No vale la pena.

   Resumiendo, a falta de otro espacio mejor y más amplio (140 caracteres son muy pocos) para disentir de lo que no me parece bien, he decidido crear el mío propio. Porque no, no todo es cuestión de gustos (existe el mal gusto y, sobre todo, los disgustos que este nos da), porque hay ciertas cosas ante las que callar es sinónimo de otorgar e incluso tomar parte en ellas y, porque precisamente con la que está cayendo no sólo podemos quejarnos, sino que debemos hacerlo, he venido a decir que NO, GRACIAS (ser educado no cuesta nada y tampoco se trata de ofender ni de faltar al respeto a nadie), en medio de tanto sí, tanto conformismo, retuit y complacencia. Un NO ME GUSTA bien grande y en negro sobre fondo blanco.

   Y, por supuesto, vuestras críticas y vuestros NO ME GUSTA también serán bienvenidos.